Europa no puede ser la excusa

El pasado 12 de enero, se publicó en el periódico El País el siguiente artículo de Natalia Fabra.

 

Las buenas soluciones parten de un buen diagnóstico. La electricidad en España no es cara porque haga frío, porque hayan subido los precios del gas y de los derechos de emisión. No lo es tampoco porque haya podido haber manipulación de los precios del mercado eléctrico (cuestión pendiente de investigar por la CNMC). El frío, el encarecimiento del gas y del CO₂ y los comportamientos estratégicos agravan el problema. Pero el problema persistiría sin ellos.

La razón de por qué en España pagamos por la electricidad más de lo que debería ha de buscarse en la regulación, que paga a precio de gas la producida en centrales nucleares e hidroeléctricas. Este fenómeno, que no se circunscribe solo a estos días de frío y nieve, podría haber generado una sobre-retribución superior a los 2.000 millones de euros de media al año desde 2006, cuando el Gobierno ya constató que nucleares e hidroeléctricas, en su conjunto, habían recuperado sus inversiones a través de diversos pagos regulados que además garantizaban su rentabilidad.

¿Es esta la única razón del alto precio de la electricidad en España? Ciertamente no. En el mal llamado “mercado libre”, la falta de competencia entre los comercializadores les permite sumar un margen del 17% sobre los precios del mercado mayorista. ¿Añaden los comercializadores algún valor al suministro eléctrico que justifique tales márgenes? En el ámbito de las renovables, las cosas podrían haberse hecho mejor, pero no son ellas las únicas causantes del alto precio de la electricidad en España. Recientemente, el Gobierno ha propuesto repartir las primas de las renovables históricas entre todos los consumos energéticos. A falta de una mejor reforma fiscal, esta medida puede ser un aliciente para la electrificación, pero no reducirá el verdadero coste del suministro eléctrico, que será diluido con otros consumos energéticos. Quitará sin embargo presión a la necesaria reforma eléctrica, tal y como ocurriría con una rebaja del IVA a la electricidad.

¿Soluciones? Crear una comercializadora pública difícilmente solucionará el problema si tiene que seguir pagando la producción nuclear e hidroeléctrica a precios de gas. ¿Incrementar el peso de las renovables? Sin duda contribuirá a reducir la sobrerretribución de nucleares e hidroeléctricas. Pero la transición energética llevará tiempo, y la competitividad de nuestras empresas y la renta de nuestras familias no pueden permitirse seguir pagando tal sobrecoste otros 10 años más.

Hay soluciones regulatorias, compatibles con las directivas europeas, que nos permitirían pagar la electricidad a su coste, ni un euro más ni menos. En Francia, la nuclear es retribuida a un precio fijo que cubre sus costes medios. En España, las nuevas renovables competirán por percibir un precio fijo por su producción, que será liquidado contra el precio del mercado eléctrico a favor de los consumidores. En 2005, el Libro Blanco de la generación eléctrica ya propuso soluciones similares para nucleares e hidroeléctricas que nos hubieran ahorrado, desde entonces, varios miles de millones. Europa no se va a oponer a una reforma justificada que haga converger precios y costes de la electricidad, una reforma que aumentaría la competitividad y que contribuiría a la transición energética. Europa nunca puede ser la excusa. Tampoco en la cuestión eléctrica.

 

Entrevista a Natalia Fabra en La Revista Triodos

“Para que haya acción, la sociedad tiene que empujar” es el título de la entrevista que han hecho a Natalia Fabra para La Revista Triodos.

¿Qué te animó a ser economista?

Casi hasta el momento de decidirme quería estudiar Medicina. Mi motivación era ayudar a las personas. Pero comprendí que, aunque la salud es muy importante, también lo es la economía. Las políticas económicas son una herramienta potente para mejorar la vida de la gente, incluso su salud. En definitiva, los sistemas sanitarios necesitan recursos y la economía identifica cómo obtenerlos y asignarlos de la mejor manera posible.

Cuando escuchas en el debate público la supuesta contraposición entre pandemia y economía, ¿qué piensas?

Hay tantas falsas disyuntivas… ¿Pandemia o economía? ¿Medioambiente o economía? No solo son dilemas falsos, sino que la realidad es precisamente la contraria. No hay economía sin ecología, no hay economía sin salud. No puede haber economía si no tenemos una sociedad en la que la pandemia está controlada o si no afrontamos el cambio climático. Podríamos ir más allá. Es precisamente la lucha contra el cambio climático y contra la pandemia lo que nos aportará actividades y fuentes de inversión, riqueza y empleo para reactivar la economía. Por lo tanto, hablamos de factores muy ligados, no opuestos. No soy yo sola quien lo dice. En declaraciones recientes, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, afirmó que hay que arreglar la pandemia para tener una recuperación económica.

¿Y si arreglamos la pandemia, deberíamos volver a algo similar a la antigua normalidad?

No. La pandemia nos ha enseñado muchísimas cosas de las que deberíamos aprender. En su ecuador, la ciudadanía en general y los responsables empresariales y políticos ya no hablamos de volver al mundo que teníamos antes, porque esta experiencia nos ha permitido reflexionar sobre qué echamos de menos y también sobre qué echamos de más de todo lo anterior.

Nos hemos dado cuenta de que en las ciudades el cielo está más limpio cuando hay menos coches. Hemos visto que no nos tenemos que desplazar tanto a los lugares de trabajo ni entre países para participar en reuniones que podemos solucionar a través de una videollamada. Hemos confirmado la importancia de los sistemas públicos de salud y de la investigación y el desarrollo. Porque lo que nos va a sacar realmente de esto es la vacuna. Y la vacuna no ha venido del cielo, sino del trabajo intenso de investigadores, de farmacéuticos, de biólogos, de epidemiólogos. El I+D+i, también, por ejemplo, de nuevas tecnologías de energía renovable, para al almacenamiento de energía o para el reciclaje, es crucial para lograr una vida mejor.

La pandemia nos ha enseñado que no podemos prescindir de los científicos, que tenemos que apoyarlos y que las soluciones no se encuentran por la vía privada cuando hablamos de aquellas cuestiones que nos afectan a todos y tienen efectos sistémicos. Espero que tengamos en cuenta esta reflexión también en nuestro comportamiento diario y en el momento de votar. O, en el caso de los políticos, a la hora de definir las prioridades de inversión y gasto.

Pero aún está por ver nuestra reacción, porque en el breve intervalo entre la primera y la segunda ola de COVID-19 ya vimos que, en general, volvimos a lo mismo que antes. No basta con la reflexión, hay que pasar a la acción para que no nos vuelva a ocurrir lo mismo. Hemos visto que los virus no son un producto de la aleatoriedad, sino resultado, en parte, de la destrucción de los ecosistemas, como han demostrado biólogos y ecólogos. Esa realidad ha favorecido la zoonosis, es decir, el salto del virus de los animales a los humanos.

Hemos tenido un aviso de la naturaleza igual que cuando estamos cansados y nuestro organismo nos dice que hay que parar. Es una alerta que nos dice que, si seguimos a ese ritmo, vamos a acabar con el planeta.

Para salir adelante de la forma que necesitamos, ¿qué papel debe tener un banco?

Creo que cada actor de la sociedad tiene su responsabilidad en este momento y, sin duda, también los bancos. Son los que permiten que se financien las actividades, tanto de los hogares como de las empresas. En mi opinión, la banca tiene que ser responsable y asumir esta función social. Y el primer pilar para hacerlo es la transparencia. La ciudadanía tiene que saber qué actividades financian los bancos. Igual que queremos saber si la camisa que vamos a llevar ha sido producida por niños en condiciones infrahumanas o en países donde no hay derechos laborales, también queremos saber si el dinero que tomamos prestado o el que prestamos al banco va a ser utilizado para financiar actividades contaminantes o, por el contrario, aquellas que tienen un retorno social elevado. Si este dinero se va a utilizar, por ejemplo, para contribuir a la mitigación del cambio climático o para reducir un problema tan grave como la desigualdad, a través de la generación de empleo.

Primero hace falta información, para que los ciudadanos decidan a qué bancos quieren prestar su dinero o de cuáles quieren tomarlo prestado. Pero no solo es una cuestión de información. También es importante el compromiso de las entidades financieras. Igual que hay fondos de pensiones o fondos soberanos que se han comprometido a desinvertir todos sus activos fósiles, los bancos en general también lo tienen que hacer, como otro actor importantísimo en esta senda.

Entre tus publicaciones académicas, hay algunas relacionadas con la estructura del sistema eléctrico, que tiene sus particularidades como mercado con pocos actores. Si hablamos de banca, ¿qué importancia tiene la diversidad y evitar la concentración para el futuro nuevo del que hablas?

La concentración del poder económico es concentración de la toma de decisiones. En los mercados en los que existe un número reducido de empresas se puede ejercer poder de mercado. En ese caso, los precios de los bienes y servicios son mayores de lo que deberían y generan unas rentas que no están justificadas. Eso ocurre en sectores oligopólicos como el eléctrico, y también puede ocurrir en la banca. Precisamente por eso nos debe preocupar la concentración y que haya fusiones entre bancos. Se producen al albur de la preocupación por la sostenibilidad del sector financiero, pero no se deben olvidar los efectos que pueden tener sobre la competencia.

El sector financiero tiene una influencia importantísima sobre la economía. Que nos cobren tipos de interés mayores en los préstamos quiere decir que va a haber inversiones que se van a dejar de hacer y, si eso ocurre, hay puestos de trabajo que se dejan de crear y riqueza que no se genera.

La diversidad de actores también significa que podamos tener libertad de elección y más variedad para elegir o no un banco comprometido con objetivos sociales y medioambientales.

Como representante del Foro de Finanzas Sostenibles, impulsado por AFI y Triodos Bank, ¿qué destacarías de su trabajo para facilitar el camino que mencionabas de favorecer la transparencia en las finanzas y el compromiso con objetivos de sostenibilidad en el sector financiero?

Para que haya acción, la sociedad tiene que empujar y, para que la sociedad empuje, tiene que estar informada. En esta labor de la que todos somos responsables, hay un aspecto fundamental que es la divulgación. El Foro de Finanzas Sostenibles contribuye a ello. Organizamos seminarios y debates y promovemos que haya investigación en las universidades en el campo que se ha acuñado como “finanzas sostenibles”, pero debo decir que aún falta dotarlo de contenido.

Sobre el contenido, da la impresión de que se ha avanzado mucho, con aspectos como la taxonomía europea para categorizar qué inversiones son sostenibles o no y en la medición de la huella de carbono de la cartera de crédito, donde Triodos Bank ha sido el banco pionero en España. Sin embargo, es cierto que queda mucho para generar un cambio mayor y también hacerlo más comprensible a la ciudadanía. ¿Qué nos falta para lograrlo?

La taxonomía europea y su entrada en vigor en verano de este año ha sido fundamental porque, si no tenemos una unidad de medida, no tenemos una manera de comunicar de forma transparente a la ciudadanía, a los inversores o a los políticos en qué actividades tiene rédito medioambiental invertir. Si en una economía no hay unidad de medida, no podemos tomar decisiones ni determinar el impacto.

En mi opinión, falta que esa taxonomía sea vinculante. Queremos que todo el mundo la utilice, porque, si no, seguimos en un mundo opaco. Pero, ¿quién no la va a utilizar? ¿Qué empresas, entidades o bancos? Precisamente aquellos que tengan algo que esconder, que tengan una huella de carbono muy elevada, que inviertan en actividades marrones y no en aquellas actividades que, según indica la taxonomía, contribuyen a cuestiones como combatir el cambio climático. Por tanto, hasta que no sea obligatoria, su efectividad será limitada.

En paralelo al avance institucional conseguido y pendiente, también tenemos a algunas personas que piensan que el consumo responsable, incluso de servicios bancarios, está muy bien, pero que tienen otras urgencias. ¿Es otra disyuntiva que quizá no sea real?

Creo que depende del contexto. También que cada persona es responsable de sus acciones y que en la sociedad hay algunas dispuestas a contribuir con sus acciones individuales y otras que no. Pero, si parte de la ciudadanía va por libre respecto a las necesidades del conjunto, generamos una acción insuficiente. En economía lo conocemos como el problema de la financiación de los bienes públicos. Todos queremos que haya una educación y una sanidad pública, pero que sean los demás los que pagan impuestos. Por lo tanto, a veces, si queremos que las actividades que nos benefician a todos tengan financiación y un impulso adecuados, tiene que haber políticas que involucren a toda la sociedad. Creo en el papel de las políticas públicas para avanzar en esa dirección, lo que no quita que cada persona, en su responsabilidad individual, contribuya también a ello, más allá de pagar impuestos.

Lo que me decías sobre la posible disyuntiva entre consumo responsable y llegar a fin de mes también tiene sus matices, porque hay muchas actividades que implican una responsabilidad social que no necesariamente tienen que ser más caras. Por ejemplo, en estos momentos, las energías renovables han alcanzado unos costes absolutamente competitivos, incluso inferiores a los de las tecnologías fósiles. Por lo tanto, podemos consumir de manera responsable sin que eso necesariamente suponga un gasto adicional.

Además, también debemos tener en cuenta que el problema es que en algunas actividades los costes no están bien computados. En estos momentos, en Europa hay un precio del carbono y, por lo tanto, el coste ambiental que generan las emisiones, de alguna forma, está incorporado en los precios, pero de forma insuficiente, porque el precio de los derechos de emisión todavía está por debajo de lo que consideramos que es su coste social. Y hay muchas otras cuestiones en las que los costes no están incorporados en los precios. Por ejemplo, cuando no reconocemos de forma adecuada los derechos laborales, infrapagamos el trabajo y ese coste no está reflejado de manera correcta en los productos y servicios que consumimos.

Es fundamental una regulación que asegure que todos los costes están bien computados y es clave la transparencia que guíe nuestras decisiones individuales cuando intentamos, al menos muchos de nosotros, ejercer nuestra responsabilidad individual.

 

Lee la entrevista completa aquí.

Entrevista a Natalia Fabra en Nius Diario

El pasado 13 de diciembre se ha publicado una entrevista realizada a Natalia Fabra en el Diario Nius, donde afirma que no existe una disyuntiva entre la lucha contra el cambio climático y la economía.

Estas fueron las preguntas y las respuestas realizadas.

Pregunta: En la pandemia hemos oído hablar de salvar vidas o la economía. Usted sostiene que tampoco existe una disyuntiva entre clima y economía.

Respuesta: Es un dilema falso y además nos ha hecho mucho daño porque ha evitado que hayamos apostado antes por inversiones para mitigar el cambio climático. Ahora parece que los distintos organismos se han dado cuenta. Como suele ocurrir en economía y política hay ideas que están volando en el aire… y de pronto se genera un consenso que todo el mundo repite.

P: ¿Por qué ahora?

R: Creo que hay una preocupación legítima por parte de los gobernantes de que el cambio climático es un problema y hay que atajarlo. Pero eso ya lo sabíamos. Lo que ocurre ahora es que apostar por estas políticas genera también un beneficio económico. Ya no es sólo una cuestión medioambiental. El cambio en la tecnología nos ha permitido reducir los costes de actuar y eso es lo que está haciendo que esté cambiando el paradigma.

P: Ha sido una cuestión de costes al final…

R: No es que de repente seamos todos buenos y nos hayamos despertado con mayor conciencia medioambiental. Creo que la fuerza motor de lo que estamos viendo es que nos hemos dado cuenta de que hay unos beneficios muy potentes a los que no queremos ni podemos renunciar.

P: Usted habla de un multiplicador verde del 2,3. ¿Lo explica?

R: Quiere decir que si invertimos 1.000 euros hoy, dentro de dos o tres años se habrán convertido en 2.300 euros. Significa que somos capaces de multiplicar nuestra inversión inicial. ¿Por qué? Porque generamos empleos, se utilizan recursos en la economía y se contribuye a aumentar la productividad en otros sectores.

P: La apuesta verde parece clara en Europa, pero el Gobierno ha retirado finalmente esa subida del impuesto al diésel de los presupuestos… ¿Mala señal?

R: Me parece muy grave. Hablábamos de igualar los impuestos con la gasolina teniendo en cuenta los efectos contaminantes del diésel y… ni siquiera eso se consigue. Creo que puede tener un efecto negativo mucho más allá del tema concreto de los carburantes porque hace menos creíbles los planes de lucha contra el cambio climático del Gobierno.

P: Es un reflejo quizá de lo difícil que es cambiar las cosas y del dilema otra vez entre economía y clima, ¿no?

R: Cuando seguimos protegiendo a la industria automóvil convencional lo que estamos haciendo realmente es frenar su transformación hacia la dirección que tiene más futuro: vehículos menos contaminantes, eléctricos, hidrógeno… En realidad no es que estemos favoreciendo la economía frente al clima; favorecemos unos intereses creados muy concretos y que simplemente se centran en el hoy y ahora.

P: La transición energética traerá irremediablemente perdedores…

R: En todas las decisiones de política energética hay impactos negativos sobre determinados colectivos que no se tienen que desatender. Por justicia social y también porque no queremos que se opongan a los cambios.

P: Como hemos visto en Francia con los chalecos amarillos.

R: Hay medidas que a lo mejor son positivas para el conjunto de la sociedad pero tienen un impacto negativo sobre colectivos muy específicos y si no les compensa esas reformas no va a tener lugar. Ahora mismo se están cerrando centrales térmicas en España. ¿Queremos abocar a la miseria a esas comarcas? No, tienen que ser objetivos principales de la reindustrialización. A lo mejor el tema automovilístico requiere soluciones semejantes.

P: Las renovables tienes un problema: son muy baratas. ¿Está de acuerdo?

R: Es un problema sólo si no se le dan las soluciones regulatoria adecuadas.

P: De ahí la importancia, según usted, del diseño de las próximas subastas para instalar más renovables.

R: Hay que determinar el precio que se va a pagar por esos megavatios hora en el momento en el que se toman las decisiones relevantes. Para las renovables eso es antes de realizar la inversión.

P: ¿Significa que ya no habrá primas?

R: Ya no hay primas a las renovables. En estos momentos los costes de la energía solar o eólica han caído tanto que es más barato producir electricidad con ellas que con gas natural.  En Portugal han celebrado ya dos subastas de nuevas instalaciones de renovables y los precios que se han fijado oscilan entre los 16 y 20 euros el megavatio hora. El precio en el mercado español está en torno a los 40 euros, para que nos hagamos una idea…

P: Es decir, si instalamos más renovables, ¿dentro de unos años los precios de la electricidad no serán tan elevados?

R: Vamos a pagar menos. Los precios van a bajar si se adopta la regulación adecuada.

P: ¿Estamos en ese camino?

R: Nosotros todavía no hemos celebrado nuevas subastas, la primera se ha anunciado para Enero de 2021. Pero el diseño ya se conoce y a grandes líneas me parece el correcto.

P: ¿Los objetivos de producción renovable para 2030 se pueden conseguir? Un 70% de electricidad de origen renovable.

R: El Gobierno ha hecho algo que me parece positivo: publicar un calendario con todas las subastas. Es positivo porque no solo se trata de invertir en energías renovables para producir electricidad libre de carbono, también se trata de que todas esas inversiones se traduzcan en tejido empresarial para nuestro país. Con un calendario claro conseguimos que el sector empresarial planifique.

P: ¿Hasta qué punto el almacenamiento de la energía condiciona el desarrollo de las renovables?

R: Es fundamental y tienen que ir de la mano. Si seguimos invirtiendo en renovables llegará un momento en el que habrá vertidos: se producirá más de lo que se demanda y si tenemos sistemas de almacenamiento estaremos dando valor a esa energía que en caso contrario se tiraría. Pero las renovables también aportan valor al almacenamiento. Como son intermitentes  (no siempre hace viento o sol) hay variaciones en el precio y eso es lo que le da el beneficio al que almacena. Hay una simbiosis entre ambas.

P: El hecho de que haya una cosa infinita como el sol o el viento es algo casi impensable en la economía…

R: Sí, lo que pasa es que para aprovecharlos hay que hacer inversiones… Y eso no es infinito.

 

Puedes ver la entrevista completa aquí.

El MIBEL en el contexto europeo: la transición energética en perspectiva

Los días 9 y 10 de diciembre, el Mercado Ibérico de Electricidade (MIBEL) en colaboración con la Comissão do Mercado de Valores Mobiliarios (CMVM), la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y la Entidade Reguladora dos Serviços Energéticos (ERSE), organizó un webinar titulado “El MIBEL en el contexto europeo: la transición energética en perspectiva”.

Natalia Fabra ha dado una perspectiva académica sobre los retos a los que se enfrenta la transición energética en el sector eléctrico. Puedes encontrar su presentación aquí.

Ver el programa aquí.

Entrevista – GLOBOECONOMÍA, CNN

El 28 de Noviembre Natalia Fabra fue entrevistada por José Antonio Montenegro enn el programa GloboEconomía (una producción de CNN-WarnerMedia). “Contraponer economía y ecología es un falso dilema, que además ha resultado dañino”, afirma Natalia.

El vídeo completo está disponible aquí.

11º Workshop Global de Energía y Cambio Climático

Los días 17, 18 y 19 de noviembre de 2020 se celebra el Workshop Global de Energúa y Cambio Climático, punto de encuentro anual entre los líderes de la transformación energética en Telefónica y las principales empresas colaboradoras en la materia.

El principal objetivo del evento es aprovechar las oportunidades que actualmente existen en esta temática y fomentar la innovación para reducir el consumo energético y la huella de carbono de Telefónica a nivel global. Durante el evento se exponen y comparten las últimas iniciativas de eficiencia energética y energías renovables.

Natalia Fabra participa en este evento dentro de la sesión Mercados de Energía Renovable.

 

Ver más información del evento y el programa aquí.

El Paracaidas: la transición energética con Natalia Fabra

En febrero de este año, Natalia Fabra, catedrática de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid, habló con el Paracaidas sobre la transición energética. Por entonces no llevábamos mascarillas cuando íbamos a comprar el pan. Sin embargo, las ideas de Natalia siguen vigentes sobre cómo converger hacia un modelo energético sostenible medioambiental y económicamente.

Descarga el podcast aquí

Puede leer la transcripción de la entrevista aquí.

I Congreso de Almacenamiento de Energía

21 – 22 OCTUBRE, 2020, MADRID

El desarrollo de las energías renovables constituye uno de los puntos principales en la política energética en España, marcada por la necesidad de disminuir la dependencia energética del exterior, así como de reducir las emisiones de carbono y de cumplir con los compromisos medioambientales y de eficiencia contraídos.

Las energías renovables se han implantado de manera significativa en el sistema eléctrico español, en especial la generación eólica que con una potencia instalada a finales del año 2019 de 25.200 MW, así como la solar fotovoltaica con 7.800 MW de potencia instalada pero con expectativas de crecimiento muy importante en el marco de Plan Nacional integrado de energía y clima (PNIEC).

Para la integración en el sistema eléctrico de las energías renovables en condiciones de seguridad, por su alta variabilidad y su difícil predictibilidad, se precisan de instalaciones que puedan almacenar la energía excedentarias en momento de menor demanda y recurrir a ellas cuando la demanda fuera mayor que la energía que, en ese momento, ofrezcan las plantas de energías renovables. Estas instalaciones de almacenamiento son o de bombeo o, cuando la tecnología ofrezca soluciones de almacenamiento no solo diario si no también estacional, de baterías, que hoy están alcanzando un gran desarrollo a la espera de su escalación cuando alcance la viabilidad económica. A este respecto, puede jugar un papel importante el hidrógeno cuando su producción con los diferentes métodos que hoy se están investigando la hagan viable.

El almacenamiento a través de baterías, en general, y el bombeo, en particular, permite el aplanamiento de la curva de carga mediante el relleno de los valles de la curva de demanda, lo que mejora el factor de carga del equipo térmico y proporciona una reserva de acoplamiento rápido a la red. Fundamentalmente el almacenamiento se demanda para proporcionar flexibilidad y gestionabilidad a la red, en especial, si se aspira a integrar elevados porcentajes de renovables.

Sobre estas y otras cuestiones se ha discutido en el I CONGRESO DE ALMACENAMIENTO DE ENERGÍA, organizado por la Fundación de la Energía de la Comunidad de Madrid junto con la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía de Madrid.

Natalia Fabra ha participado en la sesión titulada ALMACENAMIENTO Y MERCADOS ENERGÉTICOS. Sus transparencias están disponibles aquí.

Para más información: https://conalen.com/

Transición verde para Europa: Oportunidades y desafíos

En lo que llevamos de siglo nos hemos enfrentado ya a dos crisis globales que han sacado a relucir cómo de injusto, desigual e insostenible es el modelo económico vigente, así como su fragilidad.

Esta fragilidad no se va a traducir espontáneamente en la caída del propio sistema y su sustitución por otro más justo, ni en los cambios necesarios para alcanzar un modelo más respetuoso con la vida, sino que, por el contrario, tensará los hilos hasta límites cruentos para intentar salvarse del naufragio. La crisis económica de 2008 conllevó el refuerzo de las políticas neoliberales y un mayor empobrecimiento de la masa social más desfavorecida.

Ahora la Covid-19 ha puesto en evidencia las carencias de un sistema público debilitado durante décadas por esas mismas políticas. Si a este hecho le sumamos el impacto del cambio climático y la crisis ambiental, hay importantes lecciones de cara al futuro que debemos extraer. La primera, es que las fracturas del sistema económico global hacen aguas por múltiples brechas de costoso arreglo. En segundo lugar, el hecho de que vivir como hasta ahora, contra la naturaleza, es incompatible con la supervivencia. Y por último, ya es palpable que la transición verde es ineludible y urgente, difícil y no exenta de sacrificios, pero posible.

Natalia Fabra participará en un ciclo de mesas redondas pensadas para que reflexionemos sobre la forma de buscar alternativas realistas. Si la transición verde es necesaria, como demuestran todos los indicadores ambientales y sociales, ¿cómo podemos ponerla en marcha? Intentaremos obtener respuestas a lo largo de estas cuatro sesiones:

08.10.2020: Biodiversidad y cambio global.
15.10.2020: Descarbonización de la economía y transición energética.
22.10.2020: Presente y futuro del sistema agroalimentario.
29.10.2020: Economía y fiscalidad ambiental.

Este ciclo está organizado por la Green European Foundation (GEF) con la colaboración de la Fundación Transición Verde y La Casa Encendida.

Más información aquí.
Ve el vídeo completo de la sesión sobre Economía y fiscalidad ambiental aquí. (en inglés aquí)

Desmontando Mitos sobre Economía y Cambio Climático

Compartimos la charla TED de Natalia Fabra, titulada “Desmontar Mitos sobre Economía y Cambio Climático”.

Reproducimos el texto de su charla, que puede verse aquí.

DESMONTANDO MITOS SOBRE ECONOMÍA Y CAMBIO CLIMÁTICO

Esta figurilla de barro que ven en la imagen es un siurell mallorquín. Se lo regalaron a mi padre cuando yo apenas tenía 10 años. El mito decía que el siurell, con su pequeña flauta mágica, era capaz de ahuyentar los vientos que venían del mar. Para nosotros, su magia estaba en su pequeña célula solar, que era capaz de transformar fotones en electricidad y mover así el motor que empujaba al caballo. Por eso, siempre lo hemos guardado como nuestro tesoro, sabiendo que albergaba nuestra esperanza por un mundo mejor: la esperanza de que algún día conseguiríamos ahuyentar los peores presagios sobre el cambio climático.

La revolución de las renovables

Desde aquel regalo hasta hoy, han trascurrido poco más de tres décadas. Tres décadas en las que hemos pasado de sorprenderos al ver cómo la pequeña célula solar era capaz de mover al caballo de barro, a que nos parezca normal ver paneles solares cubriendo campos y tejados para satisfacer una buena parte de nuestras necesidades energéticas. Tres décadas en las que los costes de invertir en energías renovables han caído de forma espectacular. Ello ha sido posible gracias a la investigación que ha permitido la mejora de la tecnología, gracias al despliegue masivo de las nuevas inversiones que ha permitido aprovechar las economías de escala y de aprendizaje, haciendo también más competitivas las cadenas de suministro. Según la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA), los costes de la energía solar fotovoltaica han disminuido un 82% en los últimos 20 años…y no es la única tecnología que ha experimentado tales mejoras. También la energía solar térmica, o la eólica marina o las tecnologías para el almacenamiento energético han visto cómo sus costes se desplomaban año tras año. Podemos ya decir lo que hasta hace poco era impensable: que los costes de generación con energías renovables son inferiores a los de la generación con gas o con carbón.

Las mejoras tecnológicas no sólo nos han permitido reducir los costes. También nos han abierto nuevas vías para la reducción de emisiones. En Italia, en una fábrica de pasta cerca de Nápoles, los fusilli y los spagetti se esterilizan y secan con la energía procedente de tanques en los que se mezcla gas e hidrógeno producido con electricidad de origen renovable. Quizás así a algunos les sepa mejor la pasta, pero lo es seguro es que esta nueva pasta le sentará mejor a la dieta energética del planeta. Más allá de la anécdota, este ejemplo ilustra el potencial del hidrógeno para descarbonizar muchos procesos industriales…y no sólo, también el transporte. Los coches, los camiones, los trenes e incluso los aviones propulsados por hidrógeno son ya una realidad. Tendremos que esperar todavía unos años para que estos prototipos se conviertan en soluciones comercialmente viables…pero la revolución para descarbonizar la industria y el trasporte ya está en marcha!

¿Por qué se producen las revoluciones tecnológicas?

Pero, ¿por qué ahora y no antes? ¿Por qué hemos tenido que esperar todos estos años para que se hayan hecho realidad algunas de las ideas que mentes visionarias como las de Leonardo Da Vinci, Nikola Tesla, ó Julio Verne ya imaginaron? Las disrupciones tecnológicas requieren que se acumule conocimiento, lo cual lleva tiempo…Pero el paso del tiempo no lo explica todo. En mi opinión, dos factores han sido clave para desencadenar esta revolución aquí y ahora.

Primero, la sociedad y quienes nos gobiernan han comprendido finalmente que el cambio climático es un fenómeno provocado por la acción del hombre. Hemos comprendido que si no actuamos para ponerle freno, sus consecuencias serán devastadoras. Y esta toma de conciencia ha tenido su traslación, en algunas partes del mundo, en la planificación y en la regulación medioambiental. En Europa hemos planificado cómo habrá de ser la senda de reducción de emisiones hasta 2050 para alcanzar la neutralidad climática. Y además, para conseguir este objetivo, hemos adoptado medidas regulatorias que modificarán la conducta de los consumidores y los incentivos de las empresas hacia una senda de progreso más sostenible que la actual.

Y es aquí donde entra en juego el segundo factor clave. Como nos enseñó el economista Joseph Schumpeter, es la posibilidad de generar ganancias lo que impulsa al emprendedor a innovar para superar a sus competidores. Es un proceso de destrucción creativa el que impulsa los avances tecnológicos. Pero, ¿por qué los emprendedores están apostando por las actividades bajas en carbono y no en otras? Porque ésa es la dirección por la que la regulación les guía, al hacer que las ganancias estén presentes en las actividades no contaminantes. En concreto, como nos enseñó el economista Arthur Pigou, a través de los impuestos y los subsidios se pueden reconducir los esfuerzos individuales hacia las actividades que generan mayor valor social. Pongamos dos ejemplos. Los impuestos a la gasolina o al diesel hacen que nos preocuparemos más, a la hora de comprar un coche, de su consumo. Por ello, la competencia entre las empresas automovilísticas las ha llevado a invertir en I+D para poder así reducir el consumo de sus vehículos. Igualmente, los subsidios a la compra de vehículos eléctricos facilitan el que sustituyamos nuestro coche viejo por uno nuevo. Así, las empresas están invirtiendo para lanzar al mercado vehículos eléctricos mejores, con mayor autonomía y de menor coste. Es la competencia guiada por la regulación, a su vez empujada por una creciente conciencia medioambiental, lo que ha impulsando la revolución tecnológica que otros antes sólo habían alcanzado a imaginar.

El cambio climático y el cuento del lobo

Antes he mencionado que el cambio climático tendrá, está teniendo ya, consecuencias devastadoras… pero no me he querido extender. No he cargado las tintas recordando que la temperatura media de la tierra ha aumentado un grado centígrado durante el último siglo debido al incremento en la concentración de carbono en la atmósfera. Me he abstenido de mostrarles estas fotografías de incendios – como los que estamos viendo estos días en California -, de huracanes, de sequías, del deshielo, de inundaciones… fotografías que evidencian que los efectos del cambio climático no sólo los estamos sufriendo en forma de fenómenos climáticos anormales, sino también en forma de problemas sociales… Inmigración, enfermedades, conflictos geopolíticos, incremento de la pobreza….nada de ello es ajeno a los cambios climáticos que se están produciendo por efecto de la acción del hombre.

Y si no he insistido sobre esto antes es porque tengo la impresión de que estamos ya tan saturados de oír este mensaje que ni lo escuchamos; estamos tan abrumados al ver estas imágenes, que ni nos detenemos en ellas. Corremos el riesgo de que el cambio climático se convierta en el cuento del lobo… ¡Que viene el lobo, que viene el lobo!, y nadie hizo caso a los científicos que alertaban sobre las consecuencias del cambio climático… un día llegará el lobo, pero ya será tarde… nos quejaremos de que nadie nos había avisado. ¿Cómo conseguir que la sociedad nos escuche de verdad cuando decidimos que el lobo está al acecho, que el cambio climático no es “un cuento chino” – como sostiene el actual Presidente de los EEUU -, que si retrasamos la acción, las consecuencias serán cada más graves y una buena parte de ellas irreversibles?

Cambiemos el mensaje: esperar nos saldrá más caro

Después de haber reflexionado mucho sobre este tema, he llegado a la conclusión de que si queremos que nuestro mensaje de verdad se escuche tenemos que cambiar el foco de atención: de los costes de la inacción, a los beneficios de la acción. Porque si se nos hace pensar que la lucha contra el cambio climático es muy costosa, si se nos hace pensar que tendremos que renunciar a tantas cosas por cuidar del planeta, si se nos hace pensar que la elección está entre comer o respirar aire limpio…en fin, nadie vive del aire, sobre todo quienes menos tienen. Pero ese dilema entre ecología o economía es, simplemente, falso. Tan falso, que la realidad es que no hay economía sin ecología. Porque cuidando de nuestro planeta estamos también cuidando de nuestra economía. Al apostar por el aprovechamiento de los recursos energéticos naturales, estamos poniendo en valor una fuente infinita de riqueza. Al apostar por inversiones en energías renovables, electrificación y eficiencia energética, estamos generando nuevas fuentes de empleo. Y al transformar las ciudades con criterios de sostenibilidad, estamos haciendo de ellas lugares más atractivos, más saludables, lugares donde viviremos mejor.

En un famoso informe publicado en 2006, Nicholas Stern, profesor en la London School of Economics, cuantificó los costes de la inacción climática frente a los costes de la acción. Recortar las emisiones para que la concentración de carbono en la atmósfera se estabilice en niveles compatibles con el Acuerdo de Paris nos costaría 1 punto porcentual de PIB al año, pero ignorar el cambio climático podría costarnos pérdidas de hasta el 20% del PIB para siempre. El informe Stern fue una llamada de atención sobre los graves riesgos a los que nos enfrenta el cambio climático, pero ante todo supuso una llamada a la acción: estamos a tiempo, estamos a tiempo de evitar las peores consecuencias del cambio climático pero sólo si actuamos con urgencia, de forma colectiva y con decisión. El título del último libro de Nicholas Stern es bien elocuente: ¿Por qué estamos esperando?

Los beneficios de la acción climática

Desde que Nicholas Stern publicara su famoso informe hasta hoy han pasado casi 15 años que nos han traído malas, pero también buenas noticias. Por el lado de las malas noticias, el cambio climático se ha acelerado tanto que ya no es sólo un problema de las generaciones futuras, sino que es un problema de nuestra generación. Y esta aceleración ha provocado que los costes de no actuar sean ahora mayores de lo que Stern previó en 2006. Pero por el lado de las buenas noticias, las mejoras tecnológicas han permitido que ahora podamos contener las emisiones a menor coste. Hasta tal punto es así que ya no debemos de hablar de los costes de actuar, sino de los beneficios de hacerlo. Si antes no había motivos para esperar, ahora menos.

Pero, ¿por qué digo beneficios? Porque invirtiendo en actividades bajas en carbono estamos multiplicando nuestros ingresos más allá de la inversión inicial. Es lo que los economistas conocemos como el efecto multiplicador de la renta, concepto acuñado por el economista John Maynard Keynes, que mide cuántos Euros se generan por cada Euro que se invierte. Pues bien, estudios recientes permiten concluir que para un conjunto de actividades bajas en carbono, el multiplicador medio es de 2,33, muy por encima de los multiplicadores asociados a otras inversiones. Los efectos multiplicadores de estas inversiones podrían ser incluso más elevados en épocas de crisis como la actual, al movilizar recursos que en caso contrario hubieran permanecido ociosos.

En definitiva, si un día de estos oís a alguien decir que en una situación de crisis como la actual, no podemos anteponer el clima a la economía, que la lucha contra el cambio climático tiene que esperar, que hay otras necesidades más urgentes…nuestra respuesta tiene que ser igualmente clara. La espera no beneficia ni al clima ni a la economía.  Muy al contrario, la lucha contra el cambio climático será la que nos dará el impulso para salir de esta crisis. Como hace poco afirmó António Guterres, secretario general de la ONU, “Debemos convertir la estrategia de recuperación de la pandemia en una auténtica oportunidad para forjar un futuro mejor”.

La energía de las cosas

Hace pocos meses, en una mesa redonda en la que participé, en la sede del Consejo de Investigación Europeo junto con otros investigadores dedicados a la lucha contra el cambio climático, comprendí que la siguiente revolución está al llegar. Mis compañeros de mesa y sus colegas – químicos, físicos, biólogos, ingenieros – están investigando para que objetos cotidianos se conviertan en nuestros mejores aliados en la lucha contra el cambio climático. Objetos recubiertos de finas células solares transparentes captarán la luz del sol para que podamos aprovecharla en nuestro día a día…una mesa sobre la que posar nuestro móvil para que se cargue; unas tejas que captarán la energía del sol para su uso doméstico, o unas ventanas inteligentes que además cambiarán de color para mejorar la eficiencia energética de los edificios….Pero si bien estas innovaciones serán revolucionarias, no será suficientes: también necesitaremos una revolución en la regulación y en el diseño de las instituciones porque será ello lo que permitirá el que los emprendedores tengan incentivos para innovar.

Ahora son mis hijos quienes juegan con el siurell. Estoy segura que con el empuje de la sociedad, de la economía, de la política, de la ciencia y de la tecnología… conseguiremos doblegar la curva del cambio climático para seguir teniendo un buen presente, y ellos… un futuro mejor.