NPR reports on the Conflict in Ukraine and Gas Supplies

The US National Public Radio featured a piece on “There’s a complication in sanctioning Russia — it could cut Europe’s gas supply”.

President Biden and the president of the European Commission have promised to work together to make Europe less dependent on Russian natural gas. About a third of the European Union’s gas comes from Russia. And if Russia invades Ukraine and the EU imposes more sanctions, there’s fear that Moscow could cut off supplies at a time when prices are already high.

Among other experts, Natalia Fabra was interviewed on the role that Spain can play in this crisis and the alternatives to gas shortages. She argues that Spain is at the head of the EU in terms of regasification capacity, which has allowed it to become the gas transit country for Europe. Renewable energy is also an alternative, but the EU must speed up building infrastructure. There has been a massive increase in renewable energy investments, which reduces the need to import gas. But the action has not been in line with the needs and the urgencies. We react when we face the problem, but we do little to try to prevent and mitigate before that happens.

More at: https://www.ualrpublicradio.org/2022-01-30/theres-a-complication-in-sanctioning-russia-it-could-cut-europes-gas-supply

El Plan de Recuperación a Debate

El 27 de enero tuvo lugar, en el Consejo Económico y Social, una jornada de debate sobre el Plan de Recuperación NextGenerationEU y de los Planes nacionales de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) y su importancia para la economía y la sociedad españolas. La jornada se centró en los contenidos del Plan, sus ejes o palancas, sus medidas y los principales proyectos de inversión y en la participación de los interlocutores sociales y organizaciones representativas de intereses económicos y sociales en la aplicación del Plan. Entre los ponentes, Natalia Fabra participó en la sesión titulada
“Las transiciones verde y digital. ¿Cómo hacerlas justas, en el marco de los PRTR?”

El programa está disponible aquí.

La nuclear y el gas en la taxonomía verde

La taxonomía verde europea es un sistema de clasificación de las actividades económicas que establece cuáles son sostenibles y cuáles no. Se han fijado seis objetivos (mitigación y adaptación al cambio climático, uso sostenible de los recursos hídricos, protección de la biodiversidad, prevención y control de la contaminación y fomento de la economía circular). Así, una actividad es sostenible si contribuye de forma sustancial a uno de los seis objetivos sin generar un impacto significativo sobre ninguno de los demás. La importancia de la Taxonomía radica en orientar los recursos financieros hacia aquellas actividades sostenibles.
La propuesta por parte de la Comisión Europea de incluir a la energía nuclear y al gas dentro de la taxonomía verde europea ha suscitado una fuerte polémica. ¿Es correcto clasificarlas como actividades sostenibles? El que la generación eléctrica nuclear y el gas se etiqueten como actividades sostenibles podría reconducir los recursos para estas actividades, en detrimento de otras actividades sostenibles.
En este video publicado por el diario EL PAIS, dos expertos, Ignasi Guardans y Natalia Fabra, exponen sus puntos de vista contrarios sobre esta cuestión.

Hacia un nuevo paradigma energético: conectividad y eficiencia

Diálogo España-Francia es una asociación de utilidad pública  cuya misión es potenciar las relaciones entre Francia y España principalmente en el contexto europeo. Su próxima actividad estará
organizada en la Universidad Carlos III bajo el título HACIA UN NUEVO PARADIGMA ENERGÉTICO: CONECTIVIDAD Y EFICIENCIA, el miércoles 19 de enero.

EnergyEcoLab será parte del acto a través de la participación de Natalia Fabra en la mesa redonda “La recuperación verde, pilar esencial para la recuperación económica”.

El progama del acto puede consultarse aquí.
El acto podrá ser seguido en Streaming on en el canal de Youtube.

Objetivo Planeta

Con motivo de la cumbre de Glasgow, el Canal 24 horas de TVE ha emitido un programa especial: Objetivo Planeta. Natalia Fabra fue entrevistada junto con José Manuel Moreno, Catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla La Mancha. El programa estuvo dedicado a la mitigación y la adaptación al cambio climático.

Aquí se reproduce el video del programa.

El Bulo del Gran Apagón

A raíz del anuncio difundido por el Gobierno Austriaco para que la población se prepare ante la posibilidad de un gran apagón, ha cundido en la opinión pública española el miedo de que esto pudiera suceder en España.

Natalia Fabra ha sido invitada al Programa Hora25 de la Cadena SER para aclarar algunas cuestiones sobre esta cuestión. Tajante, afirma: “La probabilidad de que se produzca un gran apagón en España es
remota”.

La entrevista puede verse aquí.

A continuación, preguntas y respuestas sobre el gran apagón:

Natalia, sé que usted está harta de que en los últimos días le hagamos esta pregunta, pero es lo que toca. ¿Gran apagón sí o no?

Se trata de un bulo, de una noticia falsa. Lo que deberíamos preguntarnos es: ¿quién está interesado en meter miedo a la población con este tema? La garantía de suministro energético es un asunto socialmente muy sensible porque nuestras vidas dependen de que tengamos acceso a la energía. Así que digámoslo claro: en España no se va a producir el gran apagón del que hablan.

¿Pero, por qué no es posible un apagón en España?

Nuestro sector eléctrico está sobre dimensionado para poder cubrir las puntas de demanda, incluso si éstas coincidieran con fallos fortuitos de las centrales. La capacidad instalada firme (esto es, teniendo en cuenta que las energías renovables no están siempre disponibles) excede en casi un 30% la demanda máxima. Incluso si no hubiera ni sol ni viento y la producción renovable fuera nula, aún así tendríamos una capacidad de generación superior en un 10% a la punta de demanda. A la fiabilidad del suministro eléctrico contribuye también la elevada diversidad de fuentes de generación eléctrica: nucleares, hidráulicas, renovables, centrales de gas, y la interconexión con Francia … todas ellas necesarias pero suficientes en su conjunto para garantizar el suministro eléctrico. Además, una buena parte de los recursos que utilizamos para producir electricidad son renovables, es decir, autóctonos, lo que reduce nuestra dependencia energética del exterior.

Nuestra red eléctrica de alta tensión española es muy mallada, lo que contribuye a la robustez del sistema. Y el Operador del Sistema, Red Eléctrica, a través de su CECOEL observa continuamente el estado de la red y de las centrales para asegurar el equilibrio continuo del sistema para adelantarse a los acontecimientos o poder actuar con inmediatez si surgiese algún problema.

El riesgo de que haya una falta de suministro eléctrico es por tanto extremadamente bajo: la posibilidad siempre existe, pero la posibilidad de un apagón es España es remota.

Que la luz esté muy cara no tiene nada que ver con el riesgo de un apagón.

No tiene nada que ver, pero mientras hablamos del apagón no hablamos del elevado precio de la electricidad.

La luz está cara porque el diseño de mercado eléctrico hace que todo se pague a precio de gas. El gas se ha encarecido de forma significativa pero los costes del 80% de la generación eléctrica, que no consume gas, no han variado. Si pagáramos por la electricidad lo que cuesta, y no lo que nos cobran, el precio de la electricidad no se hubiera multiplicado por un 400%.

El encarecimiento del gas refleja una escasez de la oferta de gas relativa a la oferta, pero no quiere decir que se vaya a producir un desabastecimiento de gas que vaya a arrastrar al sector eléctrico. Se trata de un problema transitorio, por desajustes entre una oferta de gas disminuida por la parada durante la pandemia y una demanda de gas muy fuerte por la recuperación de la economía, que está dando lugar a importantes tensiones en los precios del gas en los mercados internacionales. Pero se trata de un problema transitorio, muy sensible ante la proximidad del invierno en el hemisferio norte, que es cuando la demanda mundial de gas natural es más elevada.

Que Argelia haya cortado uno de los dos gasoductos por los que envía gas a España, ¿supone un riesgo de desabastecimiento? Porque es una de las razones que más usan los que creen que es posible un apagón en España.

Por el gaseoducto de Magreb-Europa, que llega a España por Zahara de los Atunes, pasaba menos de una cuarta parte del gas que se consume en España, pero Argelia se ha comprometido a que el gas que no llegue por tubo llegue por barco. Además, se está ampliando la capacidad del segundo gaseoducto que llega desde Argelia a Almería en un 25%.  De forma paralela, se han adoptado medidas en el plan invernal, entre ellas, se ha aumentado el número de slots para que puedan desembarcar en España un mayor número de buques y se ha aumentado la obligación de reserva de GNL por parte de los comercializadores.

¿Hay alguna diferencia entre Austria y España? ¿En Austria hay elementos objetivos para que el país se plantee esa amenaza?

Austria no ha anunciado que prevea un riesgo importante de apagón, sino que ha decidido hacer un ejercicio de preparación, un simulacro, para que la población sepa reaccionar frente al supuesto de una falta de electricidad prolongada. Yo creo que ni allí ni aquí estamos ante en una situación de riesgo de sufrir un desabastecimiento de electricidad.

En cualquier caso, si hay muchas diferencias entre Austria y España que hacen que no sea extrapolable lo que pudiera ocurrir remotamente allí y aquí. Austria no tiene mar y su suministro de gas proviene de Rusia. España, a lo largo de su costa, tiene 6 plantas de regasificación que, además de las interconexiones con Argelia y Francia, permiten que llegue el gas por barco desde fuentes muy diversificadas, reduciendo nuestra dependencia que no depende de un único proveedor de gas. Menos de la mitad del gas que consumimos en España proviene de Argelia, pero también nos llega de Rusia, EEUU, Catar, Trinidad y Tobago, Francia y Noruega. Además, 6 de las 22 plantas de regasificación que hay Europa están en España, y disponemos además de interconexiones a través de gaseoductos con Argelia, Portugal y Francia. Nuestros almacenamientos de gas natural se sitúan al 82% de su capacidad, y disponemos de reservas de gas natural equivalentes a 40 días de consumo.

Además, como decíamos antes, en lo que se refiere al sector eléctrico, España disponible de una capacidad de generación eléctrica que supera en casi un 30% la punta máxima de demanda, con un peso importante de fuentes autóctonas.

Si hubiera un apagón en un país europeo, en Austria por ejemplo, ¿eso nos afectaría de alguna manera?

Es cierto que los sistemas eléctricos son cada vez más grandes, y cuentan con redes eléctricas muy extensas e interconectadas. En estas condiciones, un gran incidente eléctrico en la red de transporte se puede notar en toda Europa, pero, si todo funciona como está previsto, el incidente se aísla en la zona afectada y se evita su propagación al resto del sistema eléctrico que debe quedar indemne.

Además, el nivel de interconexión de España con el resto del continente es limitado, lo cual quiere decir que si bien no nos beneficiamos de la seguridad de suministro que proporciona el pertenecer a un sistema de mayor tamaño, también somos menos susceptibles a los fallos que se puedan producir en el sistema europeo interconectado.

Hacia una Europa sostenible

La Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) reúne el 24 de septiembre en una jornada interdisciplinar a un conjunto de académicos de diversas ramas del conocimiento para debatir sobre sostenibilidad y construcción europea, en el marco de La Noche Europea de los Investigadores e Investigadoras de Madrid 2021.

Participan varios investigadores/as de la UC3M:

  • Natalia Fabra. Dpto. de Economía.
  • Juan A. Mayoral. Dpto. Ciencias Sociales.
  • Mercedes Pardo.  Dpto. de Análisis Social.

En este link está el vídeo del acto.

Foro Solar 2021

Natalia Fabra participó en el Foro Solar organizado por UNEF, en una mesa redonda bajo el título:  “La aportación de la fotovoltaica a la reducción de los precios eléctricos”. Durante la discusión se trataron varias preguntas, entre ellas:
  • ¿En la coyuntura actual siguen siendo necesarias las subastas? ¿Es necesaria una nueva subasta de fotovoltaica urgente para conseguir bajar los precios en el medio plazo?
  • ¿Subastas, PPAs o mercado? ¿Cuál es la mejor alternativa para conseguir que los consumidores reciban un precio más bajo?
  • ¿La última reforma del mercado (RDL 17/2021) puede suponer un freno al desarrollo de los PPA en España? En caso afirmativo,  ¿Qué se necesitaría para reactivar la firma de PPAs?
  • ¿Qué reformas debería de tener el mercado eléctrico para conseguir que internalice los precios bajos de la fotovoltaica y al mismo tiempo de estabilidad a los inversores?

Mucho más que el precio de la energía

La escasez de gas en los mercados internacionales está provocando fuertes subidas en su precio, lo que a su vez ha arrastrado al alza los precios de la electricidad. Pero el precio del gas no tiene toda la culpa. El problema se ha agravado por el diseño de los mercados eléctricos, en los que toda la electricidad se paga al precio de la tecnología más cara, y que en estos momentos es el gas. Ello está provocando fuertes transferencias de rentas de los consumidores a las empresas eléctricas, que ven multiplicarse sus precios sin que sus costes hayan apenas aumentado. Sólo una pequeña parte de la generación eléctrica consume gas, y una buena parte de ella lo hace a través de contratos a largo plazo, cuyos precios son muy inferiores a las cotizaciones actuales del gas en los mercados al contado.

Es difícil exagerar las consecuencias económicas y sociales del encarecimiento de la energía. En la memoria colectiva está la crisis del petróleo de los años 70, que llevó a una inflación de dos dígitos y a una profunda recesión económica. Hoy, el miedo es que no haya suficiente gas en Europa para capear el invierno y que, ante una oferta de gas rígida en el corto plazo, los ajustes de mercado se hagan vía reducciones de demanda. Así, la elevación de los precios de la energía encontraría un nuevo equilibrio en el que una parte de la industria – intensiva en el consumo de gas y electricidad – podría quedar descolgada. Esto llevaría al cierre de algunas plantas de producción industrial, como ya se ha visto en el caso del Reino Unido, y a la reducción de la producción de otras, como ya está ocurriendo en la siderurgia, la metalúrgica, o la química en España.

Algunas empresas podrán evitar el cierre trasladando sus mayores costes energéticos a los precios de los bienes y servicios finales, pero ello no hará sino alimentar un proceso inflacionista que también acabará afectando a la inflación subyacente. El poder adquisitivo de las familias se verá mermado, y con ello su capacidad de demandar otros bienes y servicios en sectores que todavía confían en el impulso de la demanda agregada para superar la crisis tras la pandemia. El aumento de los precios de la energía eléctrica podría incluso afectar al cumplimiento de los hitos y objetivos del Plan de Recuperación y Resiliencia a través del canal inflación, al reducir la capacidad adquisitiva de los fondos asignados a cada proyecto de inversión, y al encarecer el proceso de electrificación, que es uno de los vectores del Plan para la transformación verde y digital.

Pero, en este contexto inflacionista, el mayor de los riesgos es que las autoridades monetarias erren en el diagnóstico y reaccionen con subidas en los tipos de interés, lo que no haría sino dificultar la recuperación. No estamos ante una inflación causada por un sobre-calentamiento de la economía, sino por un shock de oferta exógeno – como es la subida de los precios del gas – cuyos efectos se han visto multiplicados por una regulación inadecuada de los mercados eléctricos. Por ello, la verdadera política anti-inflacionista no es una contracción monetaria, sino la adopción de medidas que atajen las causas del encarecimiento de la energía.

Así lo han demandado los ministros de economía y finanzas de España, Francia, Chequia, Grecia, y Rumanía en una reciente declaración conjunta. Piden a Europa la adopción de un enfoque común para revisar el funcionamiento de los mercados del gas y de los derechos de emisión, para establecer directrices comunes para el almacenamiento y compra conjunta de gas, para reformar la regulación eléctrica, y para seguir apostando por la inversión en energías renovables y otros activos bajos en carbón como vía para potenciar la Transición Energética y con ella reducir nuestra dependencia del gas.

En concreto, los ministros firmantes reclaman mejorar la regulación eléctrica para “establecer mejor la relación entre los precios que pagan los consumidores y los costes medios de la producción eléctrica”. Es un reconocimiento explícito de que, efectivamente, las empresas están facturando más por la electricidad de lo que cuesta producirla, a expensas de los consumidores. La pregunta es, ¿cómo conseguir este objetivo? La solución pasa por diseñar unos mercados eléctricos capaces de revelar los verdaderos costes medios de cada tecnología, a diferencia de los mercados actuales que sólo alcanzan a revelar el coste de la generación con gas. Este objetivo ya se está consiguiendo para las nuevas renovables que entran al mercado a través de subastas de contratos a largo plazo, que celebra el regulador en representación de todos los consumidores. Al hacer que las empresas compitan, antes de acometer las inversiones, para determinar el precio de su producción a largo plazo, se consigue que sus precios se estabilicen en torno a sus costes medios, trasladando a los consumidores los menores costes que vienen de la mano de las renovables.

El nudo gordiano de la reforma está en la retribución del parque de generación existente – principalmente, nucleares e hidroeléctricas – porque la imposibilidad de seguir invirtiendo en estas tecnologías dificulta el que la competencia pueda contribuir a la solución del problema. Por ello, para evitar mayores distorsiones, parece inevitable recurrir a una regulación de precios que evite que la sobre-retribución de la que ahora gozan nucleares e hidroeléctricas, amparada en la falta de competencia, sigo poniendo en jaque a la economía.

La pregunta por tanto que se plantea es: ¿a qué precio retribuir la producción de nucleares e hidroeléctricas? ¿Se puede fiar el regulador del precio que proponen las propias empresas eléctricas?  Resulta evidente que no: está en su propio interés el hacer creer al regulador que sus costes son elevados para con ello obtener una retribución más favorable. La única vía fiable para superar la información asimétrica que acecha al regulador es llevar a cabo una auditoría regulatoria que revele cuáles son sus costes variables, y qué parte de sus costes fijos no han sido todavía recuperados a través de los diversos pagos regulados y beneficios de mercado que han recibido durante décadas. Sólo con esa información contrastada se podrá establecer un precio para la generación nuclear e hidroeléctrica que les aporte una rentabilidad razonable, a la vez que estable, cuestión esta última para ellas no baladí si se tiene en cuenta que la expansión de las renovables hará deprimir los precios del mercado mayorista en pocos años. Mantener instituciones que generan desequilibrios tan fuertes como el que en estos momentos está generando el mercado eléctrico, simplemente no es sostenible. De una reforma capaz de “establecer mejor la relación entre los precios que pagan los consumidores y los costes medios de la producción eléctrica”, todos saldremos ganando.

Europa – con el empuje de España – debería de encabezar esta reflexión desde la perspectiva regulatoria, alineando la revisión del Mercado Único de la Energía con los objetivos del Pacto Verde Europeo y la urgencia de consolidar una recuperación sostenida, equilibrada y medioambientalmente sostenible, que reparta sus beneficios de forma equitativa en la sociedad. Esta revisión de los mecanismos regulatorios permitiría además acometer la Transición Energética al menor coste para la sociedad, facilitando el que los ciudadanos perciban sus beneficios como condición necesaria para el apoyo social que este profundo cambio necesita. Y si Europa no lo hace, serán los Estados Miembros quienes lo hagan, por su cuenta. Pero entonces se habrá perdido la esencia del proyecto europeo, poniendo en peligro su propia continuidad. En juego está mucho más que el precio de la energía.

 

Este artículo fue publicado en eldiario.es el 9 de Octubre de 2021