Stefan Lamp wins best paper award for junior researcher of the German Prize in Economics

Stefan Lamp wins the first prize jointly with his co-author Andreas Gerster (University Mannheim) for the category junior researcher for his article on “Energy tax exemptions and industrial production”.

In their research, the authors analyze how an exemption for energy taxes (renewable energy levy) impacts energy usage and a larger set of economic outcomes such as sales, employment, and exports for firms in the manufacturing industry. The committee highlighted the relevance of this work in the context of creating environmentally and economically sound industrial policies.

The Joachim Herz Foundation awards it’s German Prize for Economics every two years. The prize aims at fostering interdisciplinary research in economics and incentivizes innovative research approaches. The 2022 theme is environmental economics. The main prize in the category senior researcher was awarded to Andreas Löschel (Ruhr-University Bochum).

The full list of awardees and additional information on the prize can be found online on the website of the foundation.

 

“Con la subida del gas Rusia se fortalece, financia la guerra y debilita a Europa”

“Con la subida del gas Rusia se fortalece, financia la guerra y debilita a Europa” por Alexis Rodríguez-Rata

¿El disparado precio del gas es consecuencia de una política intencionada por parte de Rusia para presionar a la UE y financiar la guerra?

No podemos responder a esta pregunta con certeza porque realmente no sabemos cuál fue el motivo por el cual Gazprom optó por vaciar sus almacenamientos de gas en Europa desde la primavera pasada, pero todo es consistente con una estrategia bien pensada para influir en el precio del gas y, por lo tanto, aumentar sus ingresos. Así no solo se fortalece y puede financiar la guerra, sino que a la vez debilita al rival, que es Europa. El aumento de los precios del gas desde la primavera del año pasado ha tenido un impacto muy fuerte en el precio de la electricidad, y ha contribuido a la subida de la inflación, que ya fue superior al 6% a finales de año y alcanza y supera el 7% este año.

¿Rusia dejó hace un año el rastro de por dónde iban sus tiros?

El aumento de los precios del gas coincide con el vaciamiento de los almacenamientos de Gazprom pero en ese momento hubo otros factores que también lo explicaban, como la muy potente demanda de gas en Asia tras un invierno austral frío, o porque la recuperación había empezado de manera muy rápida mientras la producción de gas de Noruega y del Reino Unido había bajado por estar algunas de sus plantas saliendo de un estado de aletargamiento tras de la pandemia. Todas ellas parecían causas exógenas.

¿Y no?

La presión que mete a los precios la deliberada decisión de Gazprom de vaciar los almacenamientos de gas es un factor muy importante que explica la subida del gas desde precios medios la primavera anterior de entorno a los 20 euros el megavatio/hora (MWh) hasta los 100 megavatios a los que cotiza ahora, e incluyendo los 200 euros a los que ha cotizado recientemente. Se ha multiplicado por cinco y por seis y así también lo han hecho los ingresos de Rusia. No olvidemos que las distintas estimaciones apuntan a que cada día Europa paga a Rusia entre 600 y 1.000 millones de euros por importar hidrocarburos, ingresos que van directamente a financiar la campaña bélica.

¿Igual de fácil es subir su precio que bajarlo, por ejemplo si acaba la guerra?

El precio del gas depende de la confluencia entre la oferta y la demanda y si tenemos un productor que concentra la mayor parte de la oferta como es Gazprom, este puede influir sobre los precios del mercado. La demanda también influye, pero es muy inelástica en el corto plazo porque resulta difícil bajar la temperatura de la calefacción, las fábricas necesitan gas para producir… Si baja esta demanda como para tener un impacto importante sobre los precios lo que reflejaría realmente es que entramos en un periodo recesivo en el que las fábricas han cerrado y la gente ha quedado en la calle desempleada.

Habla de Gazprom, controlada por el gobierno ruso, ¿pero no hay más compañías que puedan jugar aquí un papel?

Aquí, como en el petróleo, más que de empresas hablamos de países, porque los hay muy determinantes. Estamos en un mercado oligopolístico y las decisiones de estas empresas-países tienen un impacto muy importante sobre los precios. La producción de gas de EE.UU. es de manera creciente muy importante, como la de Qatar, Trinidad y Tobago o Noruega junto a la rusa, entre otros países. Hay gas natural licuado que llega por barco a las plantas de regasificación y hay gas que llega por tubo, por gasoducto. Generalmente el gas natural licuado es más caro. El gas de Rusia llega a Europa principalmente a través de gasoducto y por lo tanto toda sustitución del gas ruso por el gas natural licuado conlleva un aumento importante en su precio.

Desde Europa se insiste en que España es parte de la solución por sus conexiones por gasoducto con Argelia y sus plantas regasificadoras de gas licuado. ¿Lo es?

Efectivamente tenemos una capacidad de regasificación muy importante. El 40% de la capacidad de Europa se localiza en España, con nuestras seis plantas y una planta adicional en Portugal. El problema es que si bien tenemos capacidad para importar más gas natural licuado no tenemos la capacidad para exportarlo a Europa, que es donde en realidad se necesita. Tenemos un cuello de botella en los Pirineos por nuestra escasísima capacidad de interconexión con el continente.

Por tanto no somos parte de la solución real, al menos a corto o medio plazo.

La interconexión actual ya está utilizada a plena capacidad de forma que nuestro margen para aumentar esas exportaciones está limitado en el corto plazo. Ahora mismo no somos parte de la solución. Lo hubiéramos sido si en el 2019 no se hubiera abandonado el proyecto de construcción del Midcat [la conexión por gasoducto entre España y Francia por Catalunya], que en estos momentos estaría casi operativo y por lo tanto sí podríamos haber sido parte de la solución.

¿Poner en marcha esa conexión por los Pirineos que tanto se reclama, cuánto tardaría?

No menos de dos años. Los tiempos de construcción de los gasoductos, como todas las infraestructuras, son largos. Por eso, espero que la guerra haya acabado antes de que ese gasoducto se haya construido –si es que eventualmente se construye. Si no fuera así, querría decir que la guerra dura ya demasiado.

La ministra Ribera, en un coloquio organizado por La Vanguardia, señaló que costaba hablar con Francia para llevar adelante esta conexión por los Pirineos. ¿A qué se debe?

No lo sé. Ha habido una resistencia por parte de Francia no solo para la construcción de las interconexiones gasísticas sino también para las interconexiones eléctricas. Pero desconozco el motivo. Además Francia también tendría que haber reforzado su red de distribución de gas, porque el cuello de botella no es solo la conexión a través de los Pirineos sino la propia red gasística francesa para que el gas no se quede en Francia sino que llegue a Alemania, Polonia, Letonia, a los países con mayor dependencia del gas ruso. No sé si hay otras motivaciones estratégicas.

Casi todo el gas que recibe España llega vía Argelia, pero se ha despertado algún que otro recelo por si parte de este pudiera desviarse a Italia e ir desde ahí al centro de Europa. ¿Es una preocupación real?

En España no va a haber problemas de suministro de gas. Si desde España llega a Italia, será un gas adicional que hayamos sido capaces de importar pero eso no va a ser mermando el consumo de gas en España.

¿Argelia no podría decidir exportar más a Italia si esta pagara más que España en caso de necesidad, por ejemplo?

El suministro de gas desde Argelia se realiza a través de contratos de largo plazo, por un volumen de gas establecido en contrato.

Sabiendo la dependencia que tiene Europa del gas ruso, ¿cómo es que nadie ha actuado antes? Vladímir Putin no ha llegado hoy a la presidencia rusa.

No es solo eso, sino que los alemanes inciden en ello y construyen un Nord Stream 2 en vez de apoyar la construcción de un Midcat. Nord Stream 2 hacía aumentar la dependencia de Alemania del gas ruso mientras que Midcat hubiera permitido reducirla. No tenemos capacidad real de previsión y anticipación. Actuamos cuando los problemas ya han explotado y este es sin duda un ejemplo clarísimo de ello. El cambio climático es otro. Es abrumadora la evidencia de que ha habido un clamoroso error en la política energética europea en relación con la excesiva dependencia del gas ruso.

¿Los altos precios de la electricidad están aquí para quedarse toda vez el cálculo de su coste va ligado de forma directa al del gas?

Este es un problema conceptual que no tiene que ver con que el gas cotice a 20 euros el MWh o que lo haga a 200 euros. Es incorrecto retribuir a tecnologías tan distintas y con costes tan distintos como son las renovables, la hidroeléctrica o la nuclear, el precio de otra. Ahora las estamos sobre remunerando, pero podría también ocurrir que las estuviéramos infra remunerando. En vez de pensar sobre cuál sería la manera adecuada de organizar y retribuir la generación eléctrica, intentamos ponerle parches al mercado con un price-cap, regulando un precio límite. El mercado ya no jugaría ningún papel, el precio lo marcaría el regulador y no es lo mismo fijarlo a un precio de 50 euros el MWh, un precio muy similar al precio al que estaba cotizando el mercado eléctrico antes de esta crisis y durante el transcurso de la década anterior, o que lo fijemos a 180 euros el MWh por el contexto actual. El modelo de mercado eléctrico establecido desde Bruselas ahora mismo está saltando por los aires y en vez de proponerse otro mecanismo que sea adecuado, intentamos quedarnos con uno que ya sabemos que falla. 

Una de las críticas habituales los últimos días es al gobierno y a las empresas energéticas porque, pese a que para el consumidor los precios actuales son muy negativos, para ellos serían positivos, al aumentar sus ingresos. ¿Esto qué tiene de cierto?

Es absolutamente falso. Quienes realmente se están beneficiando de la subida de los precios del gas son las empresas propietarias de las centrales nucleares, las hidroeléctricas y las renovables, que con costes de 10, 20, 30 euros el MWh están vendiendo su producción a precios de 100, 200 y 300 euros. El Gobierno desde el año pasado ha suspendido muchos de los impuestos que grababan la electricidad y por lo tanto ha reducido sus ingresos fiscales, no aumentado. No son las arcas públicas en absoluto las que se están beneficiando de esta crisis sino las cuentas de resultados de las empresas eléctricas.

¿Todo ello cómo afecta al porvenir de las renovables?

Esta asimetría tan fuerte entre los intereses creados y consolidados de las centrales convencionales frente a los menores costes y mayores beneficios que nos aportan las energías renovables debería llevarnos a acelerar más la transición energética. A través de herramientas de mercado adecuadas, como son las subastas de renovables, conseguiremos reducir nuestra dependencia de los hidrocarburos, incluida la importación de gas ruso, acelerando la transición energética y reduciendo los precios de la electricidad. Lo que pasa es que las inversiones llevan tiempo, no es una solución de hoy para mañana.

¿Por la urgencia actual en Europa se plantea dejar de lado lo renovable? En casos como Italia se habla incluso de reactivar las centrales de carbón. ¿Es la señal de lo que está por llegar?

Siempre pedimos que en materia de energía se alcance un trinomio: la energía tiene que ser asequible, sostenible y segura, y a veces estos tres objetivos entran en conflicto. Ahora, ante el miedo de fallos en la seguridad de suministro, parecemos dispuestos a renunciar a los otros dos objetivos. Pero no debiera ser así. Lo que tenemos que comprender es que en esta ecuación, la apuesta por la sostenibilidad es lo que precisamente nos va a dar también garantía de suministro –porque los dictadores no nos pueden cortar el suministro de sol y viento–, y energía asequible, porque las energías renovables, con la caída de costes tan fuerte que han experimentado durante los últimos años, aportan energía no sólo limpia sino también barata.

 

Esta entrevista fue publicada en el periódico LA VANGUARDIA, el 23 de Marzo de 2022

Link a la entrevista aquí.

 

13th Conference on the Economics of Energy and Climate

On June 15-16, The Toulouse  School of Economics will host leading researchers from around the world at its 13th Conference on the Economics of Energy and Climate.

Speakers will discuss recent scientific advances regarding energy markets and the design of environmental and climate policies with theoretical, empirical, experimental and policy-oriented approaches.
This year, the keynote speakers will be Tatyana Deryugina (University of Illinois) and Natalia Fabra (Universidad Carlos III de Madrid). Tatyana will consider how many lives can be saved by reducing local air pollution from burning fossil fuels, which can be a major “co-benefit” of climate change policy. And Natalia will discuss the impact of introducing real-time pricing in the Spanish electricity market.

They have been interviewed by the TSE. Their interviews can be found here.

You can  see Natalia Fabra´s keynote lecture here.

The slides of ther talk can be found here.

The papers on which she based her talk are:

  • Fabra, Rapson, Reguant, and Wang (2021) Estimating the
    Elasticity to Real Time Pricing: Evidence from the Spanish
    Electricity Market, AEA P&P.
  • Cahana, Fabra, Reguant, and Wang (2022) The Distributional
    Impacts of Real Time Pricing

Desacoplar la electricidad del gas sí, pero no a 180€/MWh

Son sólo los primeros indicios de un creciente malestar social y económico: la flota de pesqueros amarrada, la siderurgia aplicando ERTEs, la industria de los fertilizantes parando de forma temporal sus plantas, los transportistas y los agricultores manifestándose en las calles, y los sindicatos convocando movilizaciones para que se ponga freno al encarecimiento de la energía.

Y no es para menos. En los mercados mayoristas, los precios de la electricidad y del gas se han multiplicado por cinco en el último año. A lo largo de la década anterior, los precios de la electricidad oscilaron en torno a 45€/MWh. Los del gas, en torno a 20€/MWh. Hoy, la electricidad cotiza a 250€/MWh y el gas a 100€/MWh, sus precios presentan una fuerte volatilidad, y han alcanzado cotas nunca antes vistas: 700€/MWh la electricidad, y 300/€MWh el gas.  En tasa interanual, el IPC de febrero ha sido del 7.6%, aupado por una subida del 80.5% de la electricidad, subida que en realidad es muy superior porque esconde las rebajas de impuestos y cargos aprobadas por el gobierno. El encarecimiento de los precios de la energía afecta directamente a las facturas de empresas y hogares, pero se transmite también a los precios de todos los bienes y servicios de la economía. No en vano, la inflación subyacente ya ha alcanzado el 3%. La reducción en la renta disponible de los hogares y la merma en la competitividad de las empresas debilitan la economía.

¿Cómo hacer frente a ello? El encarecimiento del gas, provocado en buena parte por el comportamiento de Rusia en preparación de la guerra, está detrás de la subida del precio de la electricidad. Esta subida se ha amplificado por efecto de la regulación eléctrica que hace que toda la electricidad se pague a precio de gas, cuando apenas representa poco más del 15% del total de la generación eléctrica. Por ello, el Presidente del Gobierno está dando la batalla en Europa para que se nos permita desacoplar el precio del mercado eléctrico del precio del gas. La palabra “desacoplar” ya está en boca de todos. Pero, ¿qué quiere decir exactamente? Según la RAE, desacoplar significa “Separar lo que estaba acoplado”. Gas y electricidad están acoplados porque en nuestros mercados eléctricos se retribuye toda la electricidad según la oferta de la central más cara que haya sido necesaria para cubrir la demanda, y que suele ser o bien una central de gas o una hidroeléctrica que asume, como referencia, los costes del gas. Desacoplarlos significaría que esto dejara de ser así. Entonces, ¿cómo se pasaría a retribuir la producción de las centrales que no consumen gas?

Existen distintas maneras. Pero el gobierno parece haberse decantado ya por una: como ha anunciado la Vicepresidenta Teresa Ribera, la propuesta es introducir un precio máximo al gas de 180€/MWh. Esto quiere decir que todas las centrales recibirán 180€/MWh cuando el gas sea necesario (siempre, excepto contadas horas algún fin de semana) porque la central más cara fija el precio para el resto. Además, las centrales de gas recibirían una compensación por sus mayores costes. Es decir, el mercado ya no sería el que fijaría la retribución de las centrales que no consumen gas (nucleares, hidroeléctricas, carbón y renovables) sino que su precio quedaría fijado por el regulador. Se desacoplan del gas, pero se “acoplan” a un precio regulado de 180€/MWh.

Teniendo en cuenta que hay muchos detalles que todavía desconocemos, la posibilidad de que esta propuesta acabe siendo aprobada suscita una serie de preguntas.

Si se acepta que paguemos un precio regulado por la electricidad, ¿qué papel juega entonces el mercado? No jugaría papel alguno, aunque se pretenda. ¿En qué momentos se va a despachar la producción hidroeléctrica a falta de la señal horaria de precios? Y el almacenamiento, ¿qué diferencias de precios va a arbitrar si el precio de la electricidad va a permanecer esencialmente constante? ¿O es que se va a asignar la gestión de estas centrales al Operador del Sistema? ¿Qué pasará con las centrales de carbón, cuyos costes ya superan los 200€/MWh, si son retribuidas a un precio inferior a sus propios costes? ¿Y los intercambios internacionales, a qué precio se realizarán?

Si se regula el precio máximo, no es lo mismo hacerlo a 45€/MWh (la media de precios de la década anterior), a 75€/MWh (el precio implícito en el RD 17/2021 que en septiembre el gobierno estaba dispuesto a aplicar para detraer los beneficios excesivos de las empresas eléctricas), ó a 180€/MWh como ahora se propone. Con datos de la producción media móvil de cada tecnología, fijar un precio máximo de 180€/MWh supondría que por la suma de la producción nuclear, hidroeléctrica y renovable la ciudadanía pagaría al año más de 16.000 M€ que si se aplicara el RD 17/2021 (de forma neutral al tipo de contrato, como ha establecido la Comisión Europea), ó 23.000 M€ más que si los precios del mercado eléctrico hubieran permanecido estables en torno a la media de la década anterior. Son estimaciones basadas en supuestos, pero que aportan órdenes de magnitud.

En cualquier caso, la comparación que resulta aún más significativa es frente a los costes de las distintas tecnologías. En el caso de nucleares e hidroeléctricas, cuyos costes de inversión ya han sido recuperados, los costes variables podrían oscilar en el entorno de los 20-30€/MWh para nucleares y los 10-20€/MWh para hidroeléctricas. Retribuir su producción a 180€/MWh supondría consolidar una fuerte sobre-retribución para estas centrales…menor que la que actualmente obtienen a precios de mercado, pero en cualquier caso muy superior a la comprometida con los propietarios de las centrales en el momento de las correspondientes inversiones, y muy superior a cualquier expectativa de rentabilidad que pudieran haber tenido antes del comienzo de la crisis energética derivada de la invasión de Ucrania. La situación de las renovables es distinta porque le inversiones se hicieron ya en el marco del presente mercado, aunque sus expectativas legítimas no podían contar con precios de guerra. Por tanto, cabe preguntarse: puestos a desacoplar nucleares e hidroeléctricas del precio del gas y a regular sus precios, ¿por qué no las “acoplamos” a valores que reflejen mejor sus propios costes para que los consumidores no paguen de más?

El precio máximo determinaría, por diferencias con el coste de la generación con gas, la cuantía de la compensación a los ciclos combinados. Por ejemplo, con un precio máximo de 180€/MWh, la compensación al gas podría oscilar entre los 1.200M€ y los 6.700M€ al año para precios del gas entre los 100€/MWh y los 180€/MWh. Pero la mayor parte del gas se compra a través de contratos a largo plazo a precios muy inferiores a los actuales, sin posibilidad en muchos casos de reventa. Por tanto, ¿por qué cabría compensar a las empresas propietarias de las centrales de gas con precios del gas en los que seguramente no han incurrido ni que podrían obtener en los mercados internacionales? Además, en el contexto actual de elevados beneficios de las empresas eléctricas y de un empobrecimiento general de la ciudadanía, ¿sería defendible desde un punto de vista político y deseable desde un punto de vista económico el que se compense desde los Presupuestos Generales del Estado la generación eléctrica con gas, o que esa diferencia la paguen los consumidores vía tarifa eléctrica? ¿Y desde el punto de vista de la transición energética, sería defendible y deseable? Por último, en el caso de que se optara por subvencionar el gas vía Presupuestos, ¿qué impacto presupuestario tendría, teniendo en cuenta que podemos entrar en un escenario recesivo precisamente provocado por la inflación, con necesidades crecientes de apoyo a la economía y con merma en la recaudación?

Poner precios máximos en los mercados mayoristas de electricidad es mejor que no hacer nada. Y será mejor, cuanto más cercanos a los costes de las distintas tecnologías se fijen estos precios. Pero no es la solución. En el corto plazo, fijar un precio máximo de 180€/MWh no es la solución porque implicaría cuadriplicar el precio de la electricidad frente a la media de la década anterior, y duplicar el precio medio del 2021 (provocando inflación interanual). En cualquier caso, podría generar distorsiones en el uso eficiente de las distintas fuentes de generación. En estos momentos resulta prioritario quebrar las expectativas inflacionistas que alimentan la propia inflación. Esta espiral letal no se corta con un precio máximo de 180€/MWh.

Hay alternativas más eficaces para contener la inflación y que resultarían menos distorsionantes para el mercado eléctrico: una aplicación mejorada del RD 17/2021 (amparada ya por la Comisión Europea), el adelanto del ajuste retributivo al RECORE, la agilización de la Ley de minoración del CO2 cuya tramitación está incomprensiblemente parada en el Parlamento desde hace casi un año, la retribución de la interrumpibilidad a la industria, la intensificación de las subastas de renovables….

Los precios máximos tampoco serán la solución para el largo plazo, porque el diseño de los mercados eléctricos que resultaría adecuado para la descarbonización dista del actualmente vigente. Es tan urgente atajar el encarecimiento de la energía como empezar a reflexionar sobre el mejor diseño regulatorio del mercado eléctrico que permita avanzar en la transición ecológica al menor coste para la sociedad. Ello será la mejor garantía para que nuestra energía sea limpia, segura y asequible, fortaleciendo además nuestra economía. Porque sino abordamos ya esta reflexión, acabaremos también llegando tarde.

 

Natalia Fabra

Catedrática de Economía, Universidad Carlos III de Madrid

 

Este artículo ha sido publicado en Agenda Pública el 16 de Marzo 2022

El gas ruso que compra Europa ‘contribuye a financiar la guerra de Putin en Ucrania’

Natalia Fabra ha sido entrevistada en la RFI (Radio Francesa Internacional).

Puede leer el texto a continuación:

La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la alta dependencia de Europa a la energía fósil rusa: carbón, gas y petróleo. Es por ello, que la Unión Europea no ha podido llegar tan lejos como Estados Unidos en las sanciones por su invasion en Ucrania. Ahora, la UE intenta poner remedio, pero ¿puede Europa prescindir de los hidrocarburos rusos? Entrevista a Natalia Fabra, catedrática de Economía en la Universidad Carlos III de Madrid.

RFI: ¿Puede Europa prescindir de los hidrocarburos rusos?

Natalia Fabra: Europa tiene una fortísima dependencia de las importaciones de hidrocarburos de Rusia. Por ejemplo, el 45% de las importaciones de gas y el 27% de las de petróleo provienen de Rusia. En el corto plazo, es difícil prescindir de esta energía principalmente del gas por dos problemas principales. Primero, por su importancia cuantitativa y segundo, porque las importaciones están restringidas por la infraestructura. El gas llega o bien por tubo -y la mayoría de los tubos que llegan a Europa vienen de Rusia o por barco-, a las plantas de regasificación. El 42% de las plantas de regasificación, seis, están en España. El problema es que tenemos un cuello de botella en los Pirineos porque la capacidad de interconexión gasística entre España y Francia es muy limitada. Es decir que España sería capaz de importar gas de otros países (EEUU, Australia, Qatar, Trinidad Tobago), sin embargo, sería difícil que pudiera llegar al continente europeo. Por lo tanto, en el corto plazo nuestra capacidad para reducir la dependencia es limitada. Más allá de lo que ha dicho Josep Borrell (jefe de la diplomacia europea) de reducir nuestro consumo en la medida de lo posible, tenemos que hacer un esfuerzo muy importante para no seguir diciendo aquello de que tenemos que reducir la dependencia del gas ruso, hacerla de verdad y empezar a invertir seriamente en energías renovables, gases renovables, almacenamiento, eficiencia energética, que nos permita en un medio plazo que no dependamos de las importaciones rusas.

RFI: ¿Cuáles son los países más dependientes en Europa?

Natalia Fabra: Los más cercanos a la frontera rusa, como Alemania, Polonia, Finlandia, Letonia.

RFI: Son muchos países, por eso la UE no va más lejos en las sanciones y corta la importación de hidrocarburos…

Natalia Fabra: Eso no impide que seamos conscientes de que todos los días del año estamos pagando a Rusia 1.000 millones de euros por importar su energía. Y esos 1.000 millones sirven para bombardear hospitales y para bombardear centrales nucleares. No podemos prescindir, pero tampoco tenemos que dejar de denunciar que estamos contribuyendo a financiar la guerra de Rusia. Y llevamos contribuyendo a financiarla desde el año pasado cuando Rusia comenzó a retirar su gas de los almacenamientos en Europa. En definitiva, Gazprom retiró gas contribuyendo a la subida del precio del gas y le ha permitido aumentar los recursos de los rusos para financiar la guerra.

RFI: ¿Cuánto tiempo necesitaría Europa para hacer las inversiones necesarias en terminales de regasificación y tubos con más capacidad? ¿Hay voluntad política?

Natalia Fabra: Por supuesto que hay voluntad política, el problema es que hayamos tenido que esperar a ver al lobo en casa para darnos cuenta de lo que hay que hacer. Desde España llevamos mucho tiempo pidiendo que haya mejor conexión gasística con Europa a través de los Pirineos. El proyecto de gasoducto entre España y Francia, Midcat, se abandonó en 2019, y en parte fue también por el rechazo de la propia Francia. Lo que no puede ser es que las decisiones se tomen tarde, porque cuando se toman tarde, ya se toman mal. Ahora mismo sí que hay voluntad política porque hemos visto las implicaciones, pero esto no debería haber pasado. Las plantas de regasificación tardan tiempo en construirse y las interconexiones también. Espero que la guerra acabe antes de que seamos capaces de construir una mayor capacidad de importación de gas de otros países porque si no será desastroso. Por mucho que se acelere, esas inversiones no van a llegar a tiempo para la crisis actual. Se tienen que hacer para que esto no vuelva a ocurrir.

RFI: ¿Estamos en vísperas de un choque petrolero como el que se vivió en los años 70?  

Natalia Fabra: Yo creo que sí, que estamos ante una crisis energética de una magnitud muy importante. No la llamaría crisis del petróleo, la llamaría la crisis del gas.

RFI: ¿Europa debe seguir el camino de Estados Unidos, que es energéticamente independiente gracias al gas y petróleo de esquisto?

Natalia Fabra: No, absolutamente no. Hay que apostar por la vía europea, por las energías renovables. Estados Unidos ha conseguido la autonomía energética aumentando su producción nacional gasística pero también ha aumentado con ello de forma muy importante su contribución a la emisión de gases de efecto invernadero en el mundo. Europa tiene que acelerar su apuesta por las energías renovables y en gases renovables. Esa tiene que ser la vía para aumentar nuestra autonomía energética. Hay que recordar que además de reducir nuestra dependencia energética, porque no hay ningún dictador que pueda controlar ni el sol ni el viento, invertir en renovables nos va a permitir contribuir a lucha contra el cambio climático.

 

Link a la entrevista y al audio aquí.